Las emociones no están divorciadas de nuestra mente. Ellas viven en nuestro cuerpo, son parte de nuestra bioquímica y por ende, tienen efectos notorios en nuestra salud física. ¿Pero pueden las emociones ayudarnos a sanar nuestra mente y nuestro cuerpo?
En lo personal, me gusta afirmar la siguiente frase:
“El cuerpo es el campo de batalla de los juegos de guerra de la mente”
Tabla de contenido
Emociones que curan: ¿Cómo sanar heridas emocionales?
¿Qué son las emociones?
Son sustancias que viajan adheridas a nuestras neuronas como un tatuaje. Aunque existen diversos conceptos acerca de lo que es una emoción, una de las más acertadas es la de Hockenbury y Hockenbury (2007):
“Una emoción es un estado psicológico complejo que implica tres componentes distintos: una experiencia subjetiva, una respuesta fisiológica, y una respuesta conductual o expresiva”.
Las neuronas van construyendo conexiones entre sí, para ir transmitiendo información que se sustenta, a su vez; por otros datos que mantenemos guardados en nuestra memoria asociativa, la cual se construye con la recopilación de experiencias pasadas y que dictan a futuro cuál será nuestra reacción frente al objeto o persona en cuestión.
Como nuestro cerebro es una máquina de hábitos, cada uno de nosotros conecta con la red a la que haya desarrollado con vigor. Imagínate entonces lo que ocurre, si todos los días conectamos con nuestras emociones de tristeza, dolor o ira… Tu cerebro se acostumbrará a usar esa red, y paulatinamente irá debilitando otras en desuso, que pueden conectarte con otro tipo de emociones mucho más positivas como la felicidad, el amor o la confianza.
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Cómo funciona la neuroquímica de las emociones
La neuroquímica de las emociones, así es como se le conoce a los procesos que ocurren en nuestro sistema nervioso autónomo y que desembocan en una serie de procesos neurofisiológicos. La piel de gallina ante el miedo o los latidos acelerados cuando vemos a la persona que nos gusta, son algunas de las respuestas más ejemplares de ello.
Hasta no hace tantos años atrás, las emociones estaban más ubicadas dentro de una especie de limbo psíquico, que otra cosa. Incluso, para quienes estudiamos psicología, no fue sino hasta unos treinta años, quizás un poco más o un poco menos, que se tomaron en serio los estudios sobre inteligencia emocional, para darle a nuestra parte afectiva tanta o más prioridad investigativa que a nuestra inteligencia racional.
No me malinterpreten: ser racional es sumamente importante para nuestro desenvolvimiento en la vida, pero el autoconocimiento emocional nos coloca un paso más allá en el escalafón del conocimiento humano, pues son las emociones las que guían muchas de nuestras acciones, como por ejemplo la toma de decisiones; sin contar el papel fundamental que juegan en nuestra salud física y mental.
Cómo mejorar la salud mental
Si lo anteriormente mencionado ocurre con tu cerebro, ¿qué crees que va a experimentar todo tu cuerpo? Irremediablemente, ante una conexión neuronal fuerte con nuestras emociones de carga negativa, comenzaremos a enfermar. Bien reza el dicho: “todo lo que ocurre arriba, se siente abajo”, y es exactamente lo que pasa con nuestro cerebro y la relación que lleva con nuestro cuerpo.
Si quieres sanar heridas emocionales es necesario:
- Deja de pensar como víctima. En vez de seguir culpando a los demás de nuestras desgracias, lo mejor es hacernos responsables ahora en adelante de nuestra felicidad. No condiciones tu vida a que el otro te pida perdón, porque probablemente no ocurra, además; dejar de hacerlo le resta poder a esa persona sobre ti.
- No reprimas lo que sientes. Una de las maneras de dejar fluir una emoción y que no se somatice es reconociéndola. Hacer lo contrario y dejarla dentro de nosotros solo nos causará sufrimiento, incluso enfermedades físicas. De ser posible, habla con alguien (especialmente con quien tengas problemas) y aclara tus puntos, ya que hacerlo puede ser muy liberador.
- Aprende a perdonar. Este es uno de los pasos más difíciles. Cuando perdonamos es porque aprendemos a ver lo que nos pasa desde otra perspectiva. Sí, estamos heridos, pero ya no podemos hacer nada para cambiar las cosas. La ira solo daña a quien la siente, no a quien la causó.
- Piensa en el presente. Vivir en el pasado solo nos cohíbe de disfrutar la vida, y la vida es ahora. Una de las técnicas más útiles para conectar con tu momento presente es cerrar los ojos por 5 o 10 minutos e ir reconociendo nuestras sensaciones corporales, dolores, texturas a nuestro alrededor, incluso olores o sonidos.
Nuestro cerebro es una máquina poderosísima. No hay nada de nosotros que se escape de su control: desde el sistema nervioso, hasta el metabolismo, incluso nuestro deseo sexual hasta el más simple de nuestros pensamientos; todo está bajo su mandato absoluto.
En resumen, están ligadas a nuestras experiencias de vida y además, las emociones brindan percepciones específicas ante el mundo. Por ello, las personas tenemos respuestas individuales que pueden diferir del resto.
Ante este conocimiento, entonces se plantea la necesidad de conocer las emociones. Allí yace el secreto de la buena salud y el bienestar.
Bibliografía
Hockenbury, D.H. & Hockenbury, S.E. (2007). Discovering Psychology. Nueva York: Worth Publishers.