Las caricias, el contacto físico con el otro son de relevancia para el sano desarrollo de la psique. La piel es el órgano más extenso que tenemos por lo que el contacto, en especial el de nuestras manos, es de vital relevancia. De hecho, según estudios de la Universidad de Oxford, las caricias en bebés funcionaron como un analgésico que calma hasta en un 40% el dolor.
El poder de las caricias y sus beneficios
Qué son las caricias
Rene Spitz, psicoanalista austríaco especializado en conducta infantil, publicó en la década de los 60 un libro que fue pionero en el campo de la investigación de las carencias afectivas en niños, llamado “El primer año de vida del niño” y que aún sigue siendo referencia, puesto que pudo determinar cómo es que los bebés que eran abandonados en hospitales y orfanatos tenían un 37% de probabilidades de morir por falta de amor, incluso si se les comparaba con aquellos niños que eran criados en las cárceles junto a sus madres.
Los niños que no reciben contacto físico, ni abrazos, calor humano o elogios terminan por padecer terribles deficiencias en su desarrollo como individuos y graves trastornos psíquicos.
Y es que las caricias implican también el reconocimiento del otro. Resulta pues que para los especialistas en salud mental, una caricia es un estímulo con intención de reconocimiento de una persona hacia otra para demostrar que la misma está allí, y puede ser de forma táctil, gestual o verbal.
Por ello, bien decía el psiquiatra Eric Berne, psiquiatra creador del Análisis Transaccional que «Es mejor tener mal aliento que no tener aliento», en referencia a que preferimos una respuesta dolorosa a que no haya respuesta.
La indiferencia es fatal. Necesitamos ser acariciado, tanto como el alimento y el aire. Por ello, muchas de las conductas desadaptadas de adultos pueden explicarse en buena medida, gracias a la falta de caricias en sus primeros años de vida.
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Tipos de caricias
Toda la vida tendremos necesidad de ser reconocidos. Es la base de nuestra propia existencia. Evidentemente, siempre vamos a querer que la caricia del otro sea positiva, cabe destacar que no importa su naturaleza, lo importante es que se dé para nosotros poder existir.
La clasificación de las caricias es de tres tipos:
- Caricia positiva: te ayudan a sentirte bien.
- Caricia negativa: son aquellas que te hacen sentirte mal, poco querido y valorado.
- Caricia mixta: Es una caricia falsa, una desvalorización vestida de elogio.
Ej cuando dicen “qué bien lo has hecho por esta vez”.
La economía de las caricias
Claude Steiner, formuló en 1975 la «Teoría de la economía de las caricias». Según explica en su obra, las personas hemos sido educadas con límites de caricias. Hasta los padres más dulces hacen de las caricias una herramienta que les ayude a moldear el comportamiento de sus hijos. Este límite de caricias puede ser leve o severo, y de ello dependerá que seamos personas más o menos adaptadas y felices.
Evidentemente, no se puede premiar con caricias cualquier conducta, ni se pueden ofrecer todo el día porque perderían valor. Funciona igual que con otro tipo de premios: si constantemente premiamos con chucherías a nuestros hijos por cada cosa buena que hagan, terminaremos haciéndoles daño y a la larga, aborrecerán las golosinas.
Debe haber un balance porque tanto perjudica el exceso como la carencia. Y esto puedes aplicarlo en cualquier ámbito: en tus relaciones personales y laborales también. Por ello, es complicado hacer un balance y administrar sabiamente el reconocimiento, o recibirlo sin resultar lastimados.
Entre otras cosas, Steiner concluyó que muchas enfermedades mentales y muchas de las actitudes desadaptadas corresponden a un manejo desproporcionado de las caricias que dichas personas recibieron en su entorno familiar durante su infancia.
Cuando alguien de nuestro entorno (entiéndase desde un niño, un amigo, un empleado, etc) recibe caricias positivas se siente bien, sube su autoestima y logra transmitir ese bienestar a su alrededor. Y lo mismo pasará al contrario: de no recibir ningún reconocimiento, buscará la manera de hacerse notar, lo cual implica luchar por ganar un premio o el castigo.
De allí vienen las actitudes sumisas, perfeccionistas y hasta obsesivas de muchos niños que intentan cumplir con las expectativas de los adultos, y también todo lo contrario: chicos rebeldes y altaneros, agresivos, que buscan llamar la atención de quienes solo voltean a verles cuando se portan mal. Por ello es recomendable que los padres aprendan a desarrollar su inteligencia emocional para ayudar a formar individuos sanos.
Lo mismo ocurre con los adultos. Y es que las personas que reciben demasiadas caricias negativas como quienes no reciben alguna, terminan desarrollando baja autoestima, depresión, neurosis, ansiedad y más.
Si estudiamos nuestras emociones, podremos aprender a dar y recibir caricias positivas, pero también a rechazar las negativas, pues de todos estos estímulos dependerá nuestra autopercepción, la manera en la que manejamos nuestras relaciones con los demás, y en general, nuestro bienestar.
Educar emociones es invertir en salud, armonía, felicidad… Es buscar caricias con sabor a besos.